17 de marzo de 2010

PENSAMIENTO POSITIVO

Me preguntas “¿Qué estoy haciendo mal? ¿Qué me falta? leo los libros de auto ayuda, veo todos los lindos Power Points que mis amigas envían por e-mail, me lleno de mantras positivos y ya parezco perico de tanto que me repito todo el día "Soy una persona valiosa","Voy a tener éxito", evito los sentimientos y pensamientos negativos, soy POSITIVA…”.

Ya has puesto una planta en un lugar estratégico de tu casa, cambiaste (de nuevo) el color de las cortinas del comedor, tienes un “look” mas jovial con esos pantalones que estás estrenando… y las cosas parecen mejorar, por un rato al menos, te sientes mejor, los demás te dicen que te ves bien, tienes esperanza, con una sonrisa vas caminando en este mundo, hasta que algo te hace perder el equilibrio y ¡caes de nuevo!

Otra vez esa tristeza que te hace pesada la vida, con un cansancio que te frena en lo que te gustaría realizar o inclusive te estorba en lo que tienes que hacer. Otra vez esa sensación de soledad, regresan esas ganas de irte lejos, a un viaje interesante, a una aventura exótica. Experimentas de nuevo esa sensación de que alguien te ha engañado, que la vida tiene que ser más de lo que ha sido hasta ahora, ¡que enojo y que rabia te da! y sin querer (o queriendo) te descuentas con el que tienes más cerca, que la mayoría de las veces es alguien a quien quieres.

Y me repites que eres positiva, que tienes la tendencia a esperar que el futuro depare resultados favorables, que enfrentas las dificultades con buen ánimo y perseverancia, que confías en tus capacidades y posibilidades para alcanzar metas y resolver problemas, en resumen que vives con la expectativa de resultados positivos en el futuro. Pero “¿Qué estoy haciendo mal? ¿Qué me falta?”

Yo solo puedo decirte que no creo que estés haciendo algo mal, y que más bien la pregunta no es qué sino Quién, si, ¿Quién te falta?, porque las cosas y actitudes buenas ayudan, las estrategias y estructuras positivas ayudan también, pero por sí solas, como has comprobado tantas veces, ¡no bastan!

Las esperanzas que tenemos, que día a día nos mantienen en el camino no son suficientes, nos hace falta la gran Esperanza; aquella esperanza que ha de superar todo, aquella que es el “ancla del alma”, firme y segura en medio de los temblores y las tempestades de la vida. La verdadera, la gran Esperanza del hombre, que resiste a pesar de todas las desilusiones, solo puede ser Alguién, ese Alguién que nos ha amado y que nos sigue amando «hasta el extremo».

12 de marzo de 2010

ME HA DICHO QUE “¡NO!”



Lola le comentaba a su amiga, un tanto alarmada, un tanto frustrada y otro tanto resignada… que su hijo de 4 años le dice que ¡NO!, y que recuerda que hasta los 11 u 12 años ella y su hermana siempre hacían lo que su madre les indicaba.
– ¿Cómo así? –Le pregunta la amiga.
–Pues ayer –comenzó Lola su relato– al vestir a mi hijo para ir al colegio, le pedí que se pusiera los zapatos y me ha dicho que ¡NO!, ¡que esos zapatos él no se los pone!
– ¿Por qué? ¿Le aprietan? ¿Están rotos?
– Están perfectos –y tomando una bolsa que traía consigo, Lola los saca para mostrarlos– aquí, ¡míralos! prácticamente nuevos, los que están rotos son los zapatos del colegio, se rompieron hace un par de días y, como yo tenía estos del mismo color, pues se los llevó puestos ayer…
–pero hoy no ha querido ponérselos...
–no, no ha querido, ¿sabes por qué?
(Su amiga no lo sabe, ni yo lo sé, no tengo la más remota idea pero, en actitud solidaria, hacemos nuestra mejor cara de estar intentando decidir entre una serie de posibilidades, aunque en realidad no podemos imaginar por qué un pequeñín de 4 anos un día usa unos zapatos en perfecto estado y al día siguiente se rehúsa).
–Pues –continúa Lola– porque otro niñito de su clase le ha dicho que parecen de NIÑA ¿puedes creerlo? ¿Qué un niño de esa edad se fije en los mínimos detalles? Si fuera niña… ¡pero es niño!
– ¡Caramba! –le dice su amiga, honestamente sorprendida– ¡en lo que se fijan!
–Sí, ¡en que tiempos nos ha tocado ser padres!
–Ya, vamos, pero ¿Qué hiciste?
–Pues se fue con los zapatos de deporte, los blancos, y con una nota para la profesora
– ¡CARAMBA! ¿Cómo pudiste!?!?



– ¿Qué? –se defiende Lola– ¡Yo quería que mi hijito fuera contento al colegio!
– Vamos a ver, TODOS queremos que nuestros hijos vayan contentos al cole, pero estos zapatos –toma la amiga el par que recién había regresado a la bolsa– aquí y en China, ¡son de niño! y es tonto decir que no lo son, y tu, querida amiga, pues en lugar de enseñarle a tu hijo a ser fuerte e ignorar comentarios tontos y a confiar en que sus padres le dan lo que es bueno para él, le has enseñado dos lecciónes al revés: que lo más importante es que esté contento, que se sienta bien todo el tiempo, ¡algo que tu y yo sabemos es imposible por más que quisiéramos! y sin darte cuenta, le has enseñado que debe hacer caso a lo que los demás le digan antes de obedecer a su madre, es decir, –agrega con voz como si alguien se hubiera muerto, mientras coloca los zapatos despacio de nuevo dentro de la bolsa– un compañero, que ni conoces, de 4 años, ¡ha tenido más autoridad que tú! Amiga, tú sola te has quitado la autoridad, ¡no me extraña que escuches muchos “NO” de aquí en adelante!

7 de marzo de 2010

UNA ALEGRÍA NO ES LA META


Estuve el fin de semana visitando a mi hija, pasé hermosos momentos a su lado, conversamos, reímos, nos abrazamos, paseamos, compramos,… me presentó sus nuevas amistades y participé de sus nuevas actividades. Además aproveche el viaje para visitar también a una querida amiga que vive en otro pueblo cercano, ¡cuánto hemos reído! y también llorado, pues hace un par de semanas falleció su papá tras una larga convalecencia.
¡Qué hermosos días, compartiendo tantas horas de alegría con dos de las personas que más quiero!
¡Cuántas cosas buenas viví en tan corto tiempo!
¡Cómo me hubiera gustado que ese tiempo no acabara!
¡Cómo me gustaría que estuviéramos así, juntas, siempre!
Regresé a casa experimentando dolor-alegría: con el corazón triste por las despedidas, pero también alegre por los días vividos. Si, en una parte de mi corazón muy profunda, más profunda que de donde brotaba el dolor de la separación, iba comenzando a brillar una llama pequeñita que poco a poco fué creciendo, dándome una sensación de cálido consuelo y, que aún con lágrimas en los ojos, me dibujaba una leve sonrisa en los labios. Una llama que fue convirtiendo esa tímida sonrisa en sincera alegría y en gratitud por los momentos vividos.
Atesoro estos días como una promesa, como “una probadita” de lo que será vivir la Alegría eterna, como un aliciente en mi caminar diario en este mundo, como una invitación a no perder de vista la Verdadera Meta, una exhortación a seguir entusiastamente ¡adelante, siempre adelante!

6 de marzo de 2010

¡YO NO SÉ QUÉ ES ESO!


Hoy en el partido de Baloncesto, mi hija, alegre deportista adolescente, se lastimó más o menos levemente el pulgar de la mano izquierda, pero como viaja a un torneo internacional en un par de días y el dedo se estaba hinchando a pesar del hielo y porque,